Un fósil millones de años dentro de nuestras células:
Los estudiosos del origen de la vida se enfrentan a una paradoja circular (como la del huevo y la gallina) que, probablemente, puede considerarse el más profundo misterio de la biología evolutiva.
Una de las implicaciones más extraordinarias del Centro de Biología de Sistemas de la Universidad de Cambridge, es que llevamos dentro de cada una de nuestras células un testigo de la Tierra primitiva, como un trozo del pasado remoto, autoconsistente que, posiblemente, empezó a funcionar antes de la invención de la primera bacteria del planeta.
La vida no podría haber surgido en el universo joven, poco después del Big Bang. Porque del Big Bang solo salieron los elementos más simples, el hidrógeno y el helio, y los sistemas biológicos necesitan átomos más pesados, como el carbono y el nitrógeno, y algunos mucho más pesados.Los científicos de Cambridge se han centrado en dos de las rutas esenciales de ese metabolismo central que ocupa el centro de la cocina celular de todas las especias vivas. Se trata de la glucolisis y el ciclo de las pentosas fosfato.
No hemos cambiado tanto en los últimos 3.000 millones de años. Al menos no tanto como en los últimos 10.
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