El hombre decide su destino biológico
La vida lleva 4.000 millones
de años en pie, resistiendo a la catástrofe y que una criatura de la evolución
tome las riendas de su propio destino biológico nunca había ocurrido hasta ahora.
Somos testigos de la historia a escala cósmica.
Éste hecho se denomina crisp, que pone por primera vez a
nuestro alcance la posibilidad de reescribir el código genético humano: en las células
enfermas del cuerpo, en los óvulos y espermatozoides, los cuales determinan el
destino de todo el linaje que emergerá de nuestra descendencia.
Crisp
trata de unas secuencias de ADN bacteriano muy especial, con tramos cortos que
se repiten a intervalos regulares y que se leen igual aunque tengan la
orientación invertida. Estas secuencias son capaces de incorporar genes como
los de un virus, y de someterles luego a una variedad de servidumbres. Las
bacterias lo utilizan para integrar los genes del virus y los emplean contra el
propio agente invasor.
El método crisp ha sido probado con éxito en
ratones y monos, y los científicos también desean probarlo en los
humanos, para curar enfermedades
genéticas en la línea germinal. Actualmente, es ilegal en todos los países que
han regulado la embriología humana.
Los científicos más directamente implicados en
este avance se reunieron el 24 de enero en el Foro IGI de Bioética, California.
El premio Nobel David Baltimore y otra veintena de investigadores presentan en Science las conclusiones de la reunión. Son explícitos en sus recomendaciones: asegurar que los experimentos no se intenten en algún país con regulaciones laxas; discutir en foros las implicaciones sociales, éticas y ambientales; promover la transparencia del debate y la información pública “sobre esta nueva era de la biología humana”; acordar internacionalmente un grupo representativo de expertos en genética, industria, derecho y bioética.
El premio Nobel David Baltimore y otra veintena de investigadores presentan en Science las conclusiones de la reunión. Son explícitos en sus recomendaciones: asegurar que los experimentos no se intenten en algún país con regulaciones laxas; discutir en foros las implicaciones sociales, éticas y ambientales; promover la transparencia del debate y la información pública “sobre esta nueva era de la biología humana”; acordar internacionalmente un grupo representativo de expertos en genética, industria, derecho y bioética.
Baltimore asegura “que la confianza pública en
la ciencia requiere transparencia en
tiempo real y discusión abierta.
Una noticia muy bien redactada y muy interesante, lástima que el crisp este prohibido podríamos avanzar mucho. (Marta Gomis)
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