Evolución

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lunes, 8 de febrero de 2016

BELEN BELTRAN-RETOS DE UN FUTURO POSTHUMANO

                                                                                                Belén Beltrán Moliner


La ideología transhumanista –sobre la cual se ha debatido poco en nuestro país- pretende ofrecer a nuestras sociedades contemporáneas un relato futurista que dé una cobertura filosófica, moral e, incluso, espiritual a la dimensión tecnológica del proyecto neoliberal postmoderno en este siglo XXI.

Para esta corriente tecno-optimista, tenemos ante nosotros la responsabilidad de conducir el proceso evolutivo de la humanidad y de transformar radicalmente (mejorar) al ser humano, mediante la interacción e implementación en nuestro cuerpo y mente de tecnologías emergentes más allá de los condicionamientos y límites que nos impone la naturaleza, de la que somos parte inescindible.

Según el movimiento transhumanista, y tal como afirma uno de sus insignes oráculos, el ingeniero de Google Ray Kurzweil, la Singularidad será un acontecimiento que sucederá dentro de unos años con el aumento espectacular del progreso tecnológico, y debido al desarrollo de la inteligencia artificial y a la convergencia de las tecnologías NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Tecnologías de laInformación y de la Comunicación y Neuro-Cognitivas). Esa situación ocasionaría cambios sociales, culturales, políticos y económicos inimaginables, imposibles de comprender o predecir por cualquier humano anterior al citado acontecimiento. En esta fase de la evolución el transhumanismo predice que se producirá la fusión entre tecnología e inteligencia humana, dando lugar a una era en que se impondrá la inteligencia no biológica de los posthumanos. A lo largo de este proceso el transhumanismo quiere difundir una ideología y una cultura favorables al “mejoramiento humano” (del inglés “human enhancement”) a través de la adopción de unas mejoras artificiales en el ser humano (genéticas, orgánicas, tecnológicas) con el objetivo declarado de hacerlo más inteligente, más longevo, más perfecto, más feliz, incluso para que pueda llegar a alcanzar la inmortalidad cibernética y la conquista del universo. No obstante, esta cosmovisión puede comportar riesgos. ¿Estamos preparados para ese cambio radical o bien pensamos que hay que conservar nuestro patrimonio genético y seguir siendo personas humanas, con nuestras limitaciones, pero conservando nuestra libertad y dignidad inalienables?

Constatamos que la aspiración de perfeccionarse es intrínseca a la naturaleza humana, que ha aunado los mecanismos selectivos propios de la evolución con la transmisión del saber científico-técnico (desde el fuego, el hacha y la rueda al ordenador, el cohete y el automóvil) y cultural (como el lenguaje, las artes, la religión). Autores clásicos como Ovidio (Metamorfosis) ya soñaban en “mutaciones” de los seres humanos que hoy constituyen la pretensión de los transhumanistas, que auguran así un “humano mejorado” (o “transhumano”) primero y de un “posthumano” superior después. Como afirmaba Günther Anders, uno de los padres de la tecnoética, el ser humano actual padece de “envidia prometeica”: se descubre inferior a las máquinas que él mismo ha fabricado y aspira a transformarse radicalmente usando la tecnología a su alcance.

Para adelantar el advenimiento de la Singularidad, el transhumanismo nos propone tres elementos fundamentales: la Superinteligencia, la Superlongevidad y el Superbienestar.

Los transhumanistas auguran un “humano mejorado” (o “transhumano”) primero y un “posthumano” superior después



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