Evolución

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martes, 16 de febrero de 2016

marc carda ferrandez
Hace solo diez años, la posibilidad de que los humanos modernos se hubieran apareado con los neandertales se consideraba una herejía. Hoy es ortodoxia, y lo que se discute no es si hubo cruzamientos.   
Una familia neandertal representada en el museo de Kaprina (Croacia).
 Nuestros ancestros salieron de África, hace unos 50.000 años en el sureste de Europa. Por eso la herencia neandertal solo afecta a las personas de ascendencia europea, y no a las poblaciones de origen asiático o africano. Parte de los asiáticos actuales, y muchos polinésicos, llevan también en su genoma los rastros de antiguos apareamientos con humanos arcaicos, pero en este caso no son neandertales, sino denisovanos, una misteriosa especie que vivió en Asia antes que los humanos modernos.
Los genetistas de Nashville han aprovechado un muestreo de 28.000 adultos de origen europeo recogido por la Universidad de Vanderbilt, con cada muestra asociada al historial clínico de la persona. La identidad de los pacientes queda protegida por un paso de aleatorización de las muestras.
 Los cambios recientes en las condiciones de vida los que los han hecho dañinos. Por ejemplo, el gen neandertal que hoy aumenta el riesgo de queratosis, una lesión de la piel causada por la luz solar, pudo ser una ventaja en las heladas –y nubladas—estepas de la Europa primitiva, cuando era más importante aprovechar al máximo la escasa luz solar que protegerse de ella. Algo parecido ocurre con el color claro de la piel.
Uno de los tramos de ADN neandertal aumenta el riesgo de adicción a la nicotina. El cigarrillo no se había inventado en la época, así que el significado de este hecho es un completo enigma por el momento. “El cerebro es increíblemente complejo”, dice Corinne Simonti, la primera firmante del trabajo, “de modo que es razonable esperar que introducir cambios de una ruta evolutiva diferente tenga consecuencias negativas”. Lo que no es tan razonable es esperar que esos cambios dañinos resistan 50.000 años en el genoma hasta nuestros días.
Hace 40.000 años, ello pudo ayudar a los recién llegados de África a resistir a los nuevos patógenos que encontraron en Europa, y también a sanar de las heridas en aquellos tiempos duros. Hoy lo que hace ese gen es aumentar el riesgo de infarto, embolia pulmonar, complicaciones del parto y otros episodios vasculares.
Hay veces que el sexo no trae nada bueno, al menos entre especies distintas.

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